Comenzamos un nuevo año que reafirma que el compromiso con el cuidado del medio ambiente ya no es un esbozo discursivo sino que hay un cambio de paradigma en todas las empresas. La necesidad de certificar buenas prácticas, de esforzarse por reducir la huella de carbono, es una condición esencial para lograr el éxito comercial. Y el sector arquitectónico no está exento de ello.

El tema de la sustentabilidad está en la carpeta de los grandes y pequeños estudios de arquitectura como tanto de los otros ítems relacionados a una producción rentable. Se comienza a ver el futuro ligado estrechamente al presente y se trabaja con mayor conciencia sobre las consecuencias de nuestras acciones. Las nuevas generaciones ya tienen incorporado el tema y lo toman como una de sus prioridades.

Preguntas sobre ¿Cuál es el impacto que tienen nuestras acciones sobre el planeta? ¿Qué futuro quiero dejarle a mis hijos? o ¿Qué medidas puedo tomar ya para mitigar los daños? se escuchan cada vez más en todos los ámbitos.

En relación al universo de la arquitectura y la construcción, si bien todavía hay que recorrer un largo camino, el foco está puesto en construir viviendas y edificios cada vez más sustentables, pensados tanto desde el diseño – a través del ahorro de energía, por ejemplo- como desde la construcción, con el uso de materiales reciclados y elementos confeccionados con bajo impacto ambiental. Todos los actores deben estar comprometidos para lograr el objetivo.

Y en este camino hacia un compromiso con el medio ambiente no podemos dejar de mencionar al bienestar humano como un factor clave. Así como pensamos en reducir la huella de carbono o la huella hídrica, tenemos que pensar en qué huella dejamos en las personas.

Estamos convencidos que propiciar un ambiente de trabajo agradable, donde la interacción y la escucha sean importantes, es fundamental. Sólo si las personas viven en una sana armonía con su entorno y también con sus pares, será posible un futuro sustentable.